Desde lo Divino a lo Humano, hasta lo Sagrado a lo Profano,… desde mi lente.
16 feb 2018
15 feb 2018
EDAD DE PLATA (Prosa) José Antonio Ramos Sucre
Yo vivía retirado en el campo desde el fenecimiento de mi
juventud. Lucrecio me había aficionado al trato de la naturaleza imparcial. Yo
había concebido la resolución de salir voluntariamente de la vida al notar los
síntomas del tedio, al sentir las trabas y cadenas de la vejez. Yo habría
perecido cerca de la fuente del río oscuro y un sollozo habría animado los
sauces invariables. Mi cisne enlutado, símbolo y memoria de un eclipse, habría
vuelto a su mundo salvaje.
Había dejado de visitar la ciudad vecina en donde nací.
Me lastimaba la imagen continua de su decadencia y me consolaba el recuerdo de
haber combatido por su soberanía.
Mis nacionales ejercitaban sentimientos afectuosos en
medio de la infelicidad y me llamaron del retiro a participar en un duelo
general. Rodeaban la familia de una doncella muerta en la mañana de sus bodas.
Yo asistí a las exequias y dibujé el movimiento circular
de una danza en la superficie del ataúd incorruptible. Meleagro, el mismo de la
Antología, escribió a mi ruego un solo verso en donde intentaba reconciliar al
Destino.
BIOGRAFÍA
José Antonio Ramos Sucre, nació
en Cumaná, Estado Sucre, el 9 de junio de 1890. Innovador
poeta, uno de los primeros venezolanos en cultivar el poema
en prosa, así como el uso de varias voces poéticas, en lugar de
limitarse a la tradicional voz de un "yo" único e inmutable.
Hijo de Jerónimo Ramos Martínez y
de Rita
Sucre Mora, sobrina del Gran Mariscal de
Ayacucho, Antonio José de Sucre, Ramos Sucre aprendió sus
primeras letras en Cumaná, y en 1900 fue enviado a Carúpano para ser educado
por su padrino y tío paterno, el presbítero e historiador José
Antonio Ramos Martinez, quien lo inició en el latín y los
libros, pero también le apartó de los juegos infantiles.
En Caracas estudió Derecho y Literatura en la Universidad
Central de Venezuela, obteniendo en 1917 el grado de Doctor en
Ciencias Políticas, a la vez que sumaba a los idiomas que ya manejaba, el
portugués, el sueco, el danés y el holandés. Durante 14 años desarrolló una
amplia labor como docente, y ya desde 1911 se había dado a conocer como poeta
publicando en casi todas las revistas y diarios, donde aparecieron al menos 108
de sus poemas en prosa.
Reunió su obra en Trizas de papel, Sobre
las huellas de Humboldt, ambos integrados a La
Torre de Timón. En 1929 publicó juntos dos libros distintos, Las
formas del fuego y El cielo de esmalte.
Hombre de carácter solitario
e introvertido, dedicó todo su tiempo al estudio, a la lectura y a su obra
poética, pero su labor intelectual se vio seriamente afectada por una
enfermedad nerviosa, cuyo síntoma más notorio era un insomnio pertináz. En
estado febril recorría las calles de la ciudad en horas nocturnas, buscando un
sosiego que su mal le negó, vivencias que registró en sus textos, en los cuales
expresó el sufrimiento que le causaba una fatiga mental cada vez más
pronunciada.
Para buscar aliviarse de su mal, aceptó viajar a Europa, pero no
encontró sanación, y el 13 de junio de 1930,
en la ciudad de Ginebra (Suiza), se suicidó ingiriendo una sobredosis de
veronal.
DISCURSO CONTEMPLATIVO (Prosa) José Antonio Ramos Sucre
Amo la paz y la soledad; aspiro a vivir en una casa
espaciosa y antigua donde no haya otro ruido que el de una fuente, cuando yo
quiera oír su chorro abundante. Ocupará el centro del patio, en medio de los
árboles que, para salvar del sol y del viento el sueño de sus aguas, enlazarán
las copas gemebundas. Recibiré la única visita de los pájaros que encontrarán
descanso en mi refugio silencioso. Ellos divertirán mi sosiego con el vuelo
arbitrario y su canto natural; su simpleza de inocentes criaturas disipará en
el espíritu la desazón exasperante del rencor, aliviando mi frente el refrigerio
del olvido.
La devoción y el estudio me ayudarán a cultivar la
austeridad como un asceta, de modo que ni interés humano ni anhelo terrenal
estorbará las alas de mi meditación, que en la cima solemne del éxtasis
descansarán del sostenido vuelo; y desde allí divisará mi espíritu el ambiguo
deslumbramiento de la verdad inalcanzable.
Las novedades y variaciones del mundo llegarán mitigadas
al sitio de mi recogimiento, como si las hubiera amortecido una atmósfera
pesada. No aceptaré sentimiento enfadoso ni impresión violenta: la luz llegará
hasta mí después de perder su fuego en la espesa trama de los árboles; en la
distancia acabará el ruido antes que invada mi apaciguado recinto; la oscuridad
servirá de resguardo a mi quietud; las cortinas de la sombra circundarán el
lago diáfano e imperturbable del silencio.
Yo opondré al vario curso del tiempo la serenidad de la
esfinge ante el mar de las arenas africanas. No sacudirán mi equilibrio los
días espléndidos de sol, que comunican su ventura de donceles rubios y
festivos, ni los opacos días de lluvia que ostentan la ceniza de la penitencia.
En esa disposición ecuánime esperaré el momento y afrontaré el misterio de la
muerte.
Ella vendrá, en lo más callado de una noche, a
sorprenderme junto a la muda fuente. Para aumentar la santidad de mi hora
última, vibrará por el aire un beato rumor, como de alados serafines, y un
transparente efluvio de consolación bajará del altar del encendido cielo. A mi
cadáver sobrará por tardía la atención de los hombres; antes que ellos, habrán
cumplido el mejor rito de mis sencillos funerales el beso virginal del aura
despertada por la aurora y el revuelo de los pájaros amigos.
José Antonio Ramos Sucre, nació
en Cumaná, Estado Sucre, el 9 de junio de 1890. Innovador
poeta, uno de los primeros venezolanos en cultivar el poema
en prosa, así como el uso de varias voces poéticas, en lugar de
limitarse a la tradicional voz de un "yo" único e inmutable.

En Caracas estudió Derecho y Literatura en la Universidad
Central de Venezuela, obteniendo en 1917 el grado de Doctor en
Ciencias Políticas, a la vez que sumaba a los idiomas que ya manejaba, el
portugués, el sueco, el danés y el holandés. Durante 14 años desarrolló una
amplia labor como docente, y ya desde 1911 se había dado a conocer como poeta
publicando en casi todas las revistas y diarios, donde aparecieron al menos 108
de sus poemas en prosa.
Reunió su obra en Trizas de papel, Sobre
las huellas de Humboldt, ambos integrados a La
Torre de Timón. En 1929 publicó juntos dos libros distintos, Las
formas del fuego y El cielo de esmalte.
Hombre de carácter solitario
e introvertido, dedicó todo su tiempo al estudio, a la lectura y a su obra
poética, pero su labor intelectual se vio seriamente afectada por una
enfermedad nerviosa, cuyo síntoma más notorio era un insomnio pertináz. En
estado febril recorría las calles de la ciudad en horas nocturnas, buscando un
sosiego que su mal le negó, vivencias que registró en sus textos, en los cuales
expresó el sufrimiento que le causaba una fatiga mental cada vez más
pronunciada.
Para buscar aliviarse de su mal, aceptó viajar a Europa, pero no
encontró sanación, y el 13 de junio de 1930,
en la ciudad de Ginebra (Suiza), se suicidó ingiriendo una sobredosis de
veronal.
PRELUDIO (Prosa) José Antonio Ramos Sucre
YO QUISIERA estar entre vacías tinieblas, porque el mundo
lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que me
cuenta amarguras.
Entonces me habrán abandonado los recuerdos: ahora huyen
y vuelven con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la noche
que cubre el desierto de nieve.
El movimiento, signo molesto de la realidad, respeta mi
fantástico asilo; mas yo lo habré escalado de brazo con la muerte. Ellas es una
blanca Beatriz, y, de pies sobre el creciente de la luna, visitará la mar de
mis dolores. Bajo su hechizo reposaré eternamente y no lamentaré más la
ofendida belleza ni el imposible amor.
BIOGRAFÍA
José Antonio Ramos Sucre, nació
en Cumaná, Estado Sucre, el 9 de junio de 1890. Innovador
poeta, uno de los primeros venezolanos en cultivar el poema
en prosa, así como el uso de varias voces poéticas, en lugar de
limitarse a la tradicional voz de un "yo" único e inmutable.
Hijo de Jerónimo Ramos Martínez y
de Rita
Sucre Mora, sobrina del Gran Mariscal de
Ayacucho, Antonio José de Sucre, Ramos Sucre aprendió sus
primeras letras en Cumaná, y en 1900 fue enviado a Carúpano para ser educado
por su padrino y tío paterno, el presbítero e historiador José
Antonio Ramos Martinez, quien lo inició en el latín y los
libros, pero también le apartó de los juegos infantiles.
En Caracas estudió Derecho y Literatura en la Universidad
Central de Venezuela, obteniendo en 1917 el grado de Doctor en
Ciencias Políticas, a la vez que sumaba a los idiomas que ya manejaba, el
portugués, el sueco, el danés y el holandés. Durante 14 años desarrolló una
amplia labor como docente, y ya desde 1911 se había dado a conocer como poeta
publicando en casi todas las revistas y diarios, donde aparecieron al menos 108
de sus poemas en prosa.
Reunió su obra en Trizas de papel, Sobre
las huellas de Humboldt, ambos integrados a La
Torre de Timón. En 1929 publicó juntos dos libros distintos, Las
formas del fuego y El cielo de esmalte.
Hombre de carácter solitario
e introvertido, dedicó todo su tiempo al estudio, a la lectura y a su obra
poética, pero su labor intelectual se vio seriamente afectada por una
enfermedad nerviosa, cuyo síntoma más notorio era un insomnio pertináz. En
estado febril recorría las calles de la ciudad en horas nocturnas, buscando un
sosiego que su mal le negó, vivencias que registró en sus textos, en los cuales
expresó el sufrimiento que le causaba una fatiga mental cada vez más
pronunciada.
Para buscar aliviarse de su mal, aceptó viajar a Europa, pero no
encontró sanación, y el 13 de junio de 1930,
en la ciudad de Ginebra (Suiza), se suicidó ingiriendo una sobredosis de
veronal.
LA VERDAD (Prosa) José Antonio Ramos Sucre
La golondrina conoce el calendario, divide el año por el
consejo de una sabiduría innata. Puede prescindir del aviso de la luna
variable.
Según la ciencia natural, la belleza de la golondrina es
el ordenamiento de su organismo para el vuelo, una proporción entre el medio y
el fin, entre el método y el resultado, una idea socrática.
La golondrina salva continentes en un día de viaje y ha
conocido desde antaño la media del orbe terrestre, anticipándose a los dragones
infalibles del mito.
Un astrónomo desvariado cavilaba en su isla de pinos y
roquedos, presente de un rey, sobre los anillos de Saturno y otras maravillas
del espacio y sobre el espíritu elemental del fuego, el fósforo inquieto. Un
prejuicio teológico le había inspirado el pensamiento del situar en el ruedo
del sol el destierro de las almas condenadas.
Recuperó el sentimiento humano de la realidad en medio de
una primavera tibia. Las golondrinas habituadas a rodear los monumentos de un
reino difunto, erigidos conforme una aritmética primordial, subieron hasta el
clima riguroso y dijeron al oído del sabio la solución del enigma del universo,
el secreto de la esfinge impúdica.
BIOGRAFÍA
José Antonio Ramos Sucre, nació
en Cumaná, Estado Sucre, el 9 de junio de 1890. Innovador
poeta, uno de los primeros venezolanos en cultivar el poema
en prosa, así como el uso de varias voces poéticas, en lugar de
limitarse a la tradicional voz de un "yo" único e inmutable.
Hijo de Jerónimo Ramos Martínez y
de Rita
Sucre Mora, sobrina del Gran Mariscal de
Ayacucho, Antonio José de Sucre, Ramos Sucre aprendió sus
primeras letras en Cumaná, y en 1900 fue enviado a Carúpano para ser educado
por su padrino y tío paterno, el presbítero e historiador José
Antonio Ramos Martinez, quien lo inició en el latín y los
libros, pero también le apartó de los juegos infantiles.
En Caracas estudió Derecho y Literatura en la Universidad
Central de Venezuela, obteniendo en 1917 el grado de Doctor en
Ciencias Políticas, a la vez que sumaba a los idiomas que ya manejaba, el
portugués, el sueco, el danés y el holandés. Durante 14 años desarrolló una
amplia labor como docente, y ya desde 1911 se había dado a conocer como poeta
publicando en casi todas las revistas y diarios, donde aparecieron al menos 108
de sus poemas en prosa.
Reunió su obra en Trizas de papel, Sobre
las huellas de Humboldt, ambos integrados a La
Torre de Timón. En 1929 publicó juntos dos libros distintos, Las
formas del fuego y El cielo de esmalte.
Hombre de carácter solitario
e introvertido, dedicó todo su tiempo al estudio, a la lectura y a su obra
poética, pero su labor intelectual se vio seriamente afectada por una
enfermedad nerviosa, cuyo síntoma más notorio era un insomnio pertináz. En
estado febril recorría las calles de la ciudad en horas nocturnas, buscando un
sosiego que su mal le negó, vivencias que registró en sus textos, en los cuales
expresó el sufrimiento que le causaba una fatiga mental cada vez más
pronunciada.
Para buscar aliviarse de su mal, aceptó viajar a Europa, pero no
encontró sanación, y el 13 de junio de 1930,
en la ciudad de Ginebra (Suiza), se suicidó ingiriendo una sobredosis de
veronal.
CONGRESO DE ANGOSTURA. SIMÓN BOLÍVAR 15 de febrero 1819
199 años de la instalación del Congreso de Angostura y el histórico discurso de Bolívar
15 Feb. 2018 - "Señor. ¡Dichoso el ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha convocado la Soberanía Nacional para que ejerza su voluntad absoluta!. Yo, pues, me cuento entre los seres más favorecidos de la Provincia Divina, ya que he tenido el honor de reunir a los Representantes del Pueblo de Venezuela, en este augusto Congreso, fuente de la autoridad legítima, depósito de la voluntad soberana, y árbitro del destino de la Nación".
De esta manera inició el Libertador Simón Bolívar su discurso que ofreció el 15 de febrero de 1819, al instalar en Venezuela el Congreso de Angostura, en la ciudad del mismo nombre (hoy Ciudad Bolívar). En esta sesión inaugural, las palabras proféticas del Libertador reflejaron la profundidad de su pensamiento político.
El Congreso de Angostura fue inaugurado bajo la inspiración del ideario del general Francisco de Miranda y representó el segundo Congreso Constituyente de la República de Venezuela. Fue convocado en el contexto de las guerras de independencia de la nación suramericana y de la Nueva Granada y marcó el camino a seguir para la consolidación de la unión de las repúblicas en la Gran Colombia.
Bolívar expuso en 1818, ante el Consejo de Estado, la necesidad de convocar a elecciones para celebrar un Congreso Nacional que diese una salida constitucional a la inestable situación política del país.
El 22 de octubre de 1818 se convoca a elecciones y queda decretado que las provincias que asistirían a la Gran Asamblea Nacional serían: Caracas, Barcelona, Cumaná, Barinas, Guayana y Margarita. Cada una de las cuales estaría representada por 5 diputados, que, en conjunto, sumarían 30. Asistieron 26.
Ese 15 de febrero de hace 199 años, Bolívar se dirigió a los 26 diputados de esas provincias
Este estatuto debía poseer, entre otras cosas, un sistema político basado en la justicia social, la regulación de los poderes y la libre determinación de los pueblos. Destacó que se debían crear nuevas instituciones, que respondieran a las necesidades de los pueblos que serían liberados del yugo imperialista español.
En este punto, el Libertador propuso ante los delegados la creación de un Poder Moral que impulsara la cultura de la virtud y velara por la probidad de los funcionarios a cargo de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
También planteó un modelo republicano basado en la democracia, es decir, en la elección de los funcionarios por el voto popular.
El aspecto social fue una de las prioridades de este discurso, y a tal fin, Bolívar pidió la eliminación de la esclavitud y el fomento de la educación, como base de la formación de un nuevo ciudadano con altos valores morales.
El 17 de diciembre de 1819 se aprobó la Ley Fundamental de la República de Colombia, en la que se consagraba la unión de Venezuela, la Nueva Granada y el Ecuador. El nuevo Estado quedaría dividido en tres departamentos: Venezuela, la Nueva Granada y Quito, respectivamente.
La última sesión ordinaria del Congreso fue el 20 de enero de 1820.
Chávez: Busquemos allí los códigos originarios
"A algunos les gusta hablar de libertad pero a su manera, pero Bolívar tocó la fórmula: libertad con igualdad, porque sin libertad no hay igualdad que valga entre los pueblos", dijo en el año 2012 el Comandante Hugo Chávez Frías, en ocasión de celebrarse el 193 aniversario del Discurso del Libertador en la instalación del Congreso de Angostura.
"Bolívar apuntó al corazón del problema, 14 años antes de Angostura, allá en el Monte Sacro, aquel joven de apenas 22 años lo dijo: ‘la misteriosa incógnita’ dijo, del hombre en libertad habrá de ser resuelta allá en el nuevo mundo, aquí", dijo desde Ciudad Bolívar.
Chávez alertó que el sistema económico es divisor: "Es el factor desintegrador más potente de cualquier grupo humano, el sistema económico", advirtió. El Comandante también recordó que la Revolución de Bolívar, el proyecto bolivariano original, fracasó por la ideología de la burguesía que traicionó a Bolívar y que desde entonces defiende el sistema capitalista.
"Lo convirtió en bronce, en un culto y utilizó a Bolívar contra Bolívar, para explotar al pueblo, para vender la patria a nombre de Bolívar. Sólo que Bolívar hoy ha vuelto: dejó de ser la estatua de bronce, y ningún burgués se atreve a pronunciar el sacrosanto nombre de Bolívar", señaló.
Chávez siempre recomendó la lectura de este histórico documento que en 2019 cumplirá dos siglos. "Yo nunca me cansaré de recomendarles a todos y a todos, que lo leamos, lo interpretemos. Busquemos ahí los códigos originarios de nuestra patria".
Maduro: Bolívar siempre luchó por la igualdad y la estabilidad política
Hace un año, en 2017, cuando se cumplían 198 años de aquella fecha histórico, el Presidente de la República Nicolás Maduro Moros, destacó que Bolívar insitió en la igualdad, la seguridad social, la educación y la estabilidad política para el pueblo.
"Hoy se cumplen 198 años de la inauguración del Congreso de Angostura, por parte del Libertador Simón Bolívar. Este, que fue el segundo Congreso Constituyente de Venezuela, tenía por objetivo darle estabilidad política a la República a través de las elecciones", escribió el Jefe de Estado en su página en Facebook.
"Bolívar logró consolidar el liderazgo patriota, lo que significó posteriormente la unidad de mando, que llevaría al Ejército Libertador a la victoria definitiva y la independencia patria", acotó el Jefe de Estado.
Fuente: https://www.aporrea.org/actualidad/n321023.html
Les dejo el link para accesar al Discurso completo en PDF
http://juventud.psuv.org.ve/wp-content/uploads/2009/05/discursoangostura.pdf
14 feb 2018
VUELTA A LA PATRIA. Juan Antonio Pérez Bonalde (Poema y Biografía)
Al conmemorarse hoy 14
de febrero de 2018, 72 años del traslado
al Panteón Nacional de los restos mortales del poeta Juan Antonio Pérez
Bonalde, les traigo en homenaje su biografía y el poema Vuelta a
la Patria, la producción lírica más conocida y famosa del
poeta venezolano, publicada por primera vez en el libro Estrofas, editado por él
en 1877 en Nueva York
VUELTA A LA PATRIA
I
¡Tierra!
grita en la proa el navegante
y
confusa y distante,
una
línea indecisa
entre
brumas y ondas se divisa.
Poco a
poco del seno
destacándose
va del horizonte,
sobre
el éter sereno
la
cumbre azul de un monte;
y así
como el bajel se va acercando,
va
extendiéndose el cerro
y unas
formas extrañas va tomando;
formas
que he visto cuando
soñaba
con la dicha en mi destierro.
Ya la
vista columbra
las
riberas bordadas de palmeras,
y una
brisa cargada con la esencia
de
violetas silvestres y azahares,
en mi
memoria alumbra
el
recuerdo feliz de mi inocencia,
cuando
pobre de años y pesares
y rico
de ilusiones y alegría,
bajo
las palmas retozar solía
oyendo
el arrullar de las palomas,
bebiendo
luz y respirando aromas
Hay
algo en esos rayos brilladores
que
juegan por la atmósfera azulada,
que me
hablan de ternuras y de amores
de una
dicha pasada
y el
viento al suspirar entre las cuerdas,
parece
que me dice “¿no te acuerdas?”…
Ese
cielo, ese mar, esos cocales,
ese
monte que dora
el sol
de las regiones tropicales…
¡Luz!
¡Luz al fin! –los reconozco ahora:
son
ellos, son los mismos de mi infancia,
y esas
playas que al sol del mediodía
brillan
a la distancia,
¡Oh
inefable alegría!
son las
riberas de la patria mía!.
Ya
muerde el fondo de la mar hirviente
del
ancla el férreo diente;
ya se
acercan los botes desplegando
al aire
puro y blando
la
enseña tricolor del pueblo mío
¡a
tierra! ¡a tierra! o la emoción me ahoga,
o se
adueña de mí el desvarío!
Llevado
en alas de mi ardiente anhelo,
me
lanzo presuroso al barquichuelo
que a
las riberas del hogar me invita.
Todo es
grata armonía; los suspiros
de la
onda de zafir que el remo agita;
de las
marinas aves
los
caprichosos giros;
y las
notas suaves, y el timbre lisonjero,
y la
magia que toma
hasta
en labios del tosco marinero
el
dulce son de mi nativo idioma.
¡Volad,
volad veloces,
ondas,
aves y voces!
Id a la
tierra donde el alma tengo
y
decidle que vengo
a
reposar, cansado caminante,
del
hogar a la sombra un solo instante;
decidle
que en mi anhelo, en mi delirio
por
llegar a la orilla, el pecho siente
dulcísimo
martirio;
decidle,
en fin que mientras estuvo ausente
ni un
día, ni un instante la he olvidado,
y
llevadle este beso que os confío,
tributo
alentado
que
desde el fondo de mi ser le envío.
¡Boga,
boga, remero; así… llegamos!
¡Oh
emoción hasta ahora no sentida!
¡ya
piso el santo suelo en que probamos
El
almíbar primero de la vida!
Tras
ese monte azul cuya alta cumbre
lanza
reto de orgullo
al
zafir de los cielos,
está el
pueblo gentil donde al arrullo
del
maternal amor rasgué los velos
que me
ocultaban la primera lumbre.
¡En
marcha, en marcha, postillón, agita
el
látigo inclemente!
y a más
andar, el carro diligente
por la
orilla del mar se precipita.
No hay
peña ni ensenada que en mi mente
no
venga a despertar una memoria,
ni hay
ola que en la arena humedecida
no
escriba con espuma alguna historia
de los
alegres tiempos de mi vida,
Todo me
habla de sueños y cantares,
de paz,
de amor y de tranquilos bienes,
y el
aura fugitiva de los mares
que
viene, leda, a acariciar mis sienes,
me
susurra al oído
con
misterioso acento: “Bienvenido”.
Allá
van los humildes pescadores
las
redes a tender sobre la arena;
dichosos
que no sienten los dolores
ni la
punzante pena
de los
que lejos de la patria lloran;
infelices
que ignoran
la
insondable alegría
de los
que tristes del hogar se fueron
y luego
ansiosos, al hogar volvieron.
Son los
mismos que un día,
siendo
niño admiraba yo en la playa,
pensando,
en mi inocencia
que era
la humana ciencia,
la
ciencia de pescar con la atarraya.
Bien os
recuerdo, humildes pescadores,
aunque
no a mí vosotros, que en la ausencia
los
años me han cambiado y los dolores.
Ya
ocultándose va tras un recodo
que
hace el camino, el mar, hasta que todo
al fin
desaparece.
Ya no
hay más que montañas y horizontes,
y el
pecho se estremece
al
respirar cargado de recuerdos,
el aire
puro de los patrios montes.
De los
frescos y límpidos raudales
el
murmurio apacible;
de mis
canoras aves tropicales
el
melodiosos trino que resbala
por las
ondas del éter invisible;
los
perfumados hálitos que exhala
el
cáliz áureo y blando
de las
humildes flores del barranco;
todo a
soñar convida,
y con
suave empeño
se
apodera del alma enternecida
la
indefinible vaguedad de un sueño.
Y rueda
el coche, y detrás del las horas
deslízanse
ligeras
sin yo
sentir, que el pensamiento mío
viaja
por el país de las quimeras
y sólo
hallan mis ojos sin mirada
los
incoloros senos del vacío…
De
pronto, al descender de una hondonada,
“¡Caracas,
allí está!” dice el auriga,
y
súbito el espíritu despierta
ante la
dicha cierta
de ver
la tierra amiga.
Caracas,
allí está; sus techos rojos,
su
blanca torre, sus azules lomas
y sus
bandas de tímidas palomas
hacen
nublar de lágrimas mis ojos.
Caracas,
allí está; vedla tendida
a las
faldas del Ávila empinado,
odalisca
rendida
a los
pies del sultán enamorado.
Hay
fiesta en el espacio y la campiña,
fiesta
de paz y amores:
acarician
los vientos la montaña;
del
bosque los alados trovadores
su
dulce canturía
dejan
oír en la alameda umbría;
los
menudos insectos en las flores
a los
dorados pistilos se abrazan;
besa el
aura amorosa al manso Guaire,
y con
los rayos de la luz se enlazan
los
impalpables átomos del aire.
¡Apura,
apura, postillón, Agita
el
látigo inclemente!
¡Al
hogar, al hogar, que ya palpita
por él
mi corazón… ¡mas, no –detente!
¡Oh
infinita aflicción! ¡Oh desdichado
de mí,
que en mi soñar hube olvidado
que ya
no tengo hogar!... Para, cochero,
tomemos
cada cual nuestro camino;
tú, al
techo lisonjero
donde te
aguarda la madre, el ser divino
que es
de la vida centro y alegría,
y yo …
yo al cementerio
donde
tengo la mía.
¡Oh
insondable misterio
que
trueca el gozo en lágrimas ardientes!
¿En
dónde está, Señor, esa tu santa
infinita
bondad, que así consientes
junto a
tanto placer, tristeza tanta?
------------------------
II
Madre,
aquí estoy; de mi destierro vengo
a darte
con el alma el mudo abrazo
que no
te pude dar en tu agonía;
a
desahogar en tu glacial regazo
la pena
aguda que en el pecho tengo
y a
darte cuenta de la ausencia mía.
Madre,
aquí estoy; en alas del destino
me
alejé de tu lado una mañana
en pos
de la fortuna
que
para ti soñé desde la cuna;
mas,
¡oh suerte inhumana!
Hoy
vuelvo, fatigado peregrino,
y sólo
traigo que ofrecerte pueda
esta
flor amarilla del camino
y este
resto de llanto que me queda.
Bien
recuerdo aquel día,
que el
tiempo en mi memoria no ha borrado;
era de
Marzo una mañana fría
y
cerraba los cielos el nublado.
Tú en
el lecho aún estabas,
triste
y enferma y sumergida en duelo,
que con
alma de madre contemplabas
el
hondo desconsuelo
de
verme separar de tu regazo.
Llegó
la hora despiadada y fiera,
y con
el pecho herido
por
dolor hasta entonces no sentido,
fui a
darte, madre, mi postrer abrazo
y a
recibir tu bendición postrera.
¡Quién
entonces pensara
que
aquella voz angelical en mi oído
nunca
más resonara!
Tú,
dulce madre, tú, cuando infelice,
dijiste
al estrecharme contra el pecho:
“Tengo
un presentimiento que me dice
que no
he de verte más bajo este techo”.
Con
supremo esfuerzo desliguéme
de los
amantes lazos
que me
formaban en redor tus brazos,
y fuera
me lancé como quien teme
morir
de sentimiento…
¡Oh
terrible momento!
Yo
fuerte me juzgaba,
mas,
cuando fuera me encontré y aislado,
el
vértigo sentí de pajarillo
que en
la jaula criado,
se ve
de pronto en la extensión perdido
de las
etéreas salas,
sin
saber dónde encontrará otro nido
ni a
dónde, torpes, dirigir sus alas.
Desató
el sollozar el nudo estrecho
que
ahogaba el corazón en su quebranto,
y se
deshizo en llanto
la
tempestad que me agitaba el pecho.
Después,
la nave me llevó a los mares,
y
llegamos al fin, un triste día
a una
tierra muy lejos de la mía,
donde
en vez de perfumes y cantares,
en vez
de cielo azul y verdes palmas,
hallé
nieblas y ábregos, y un frío
que
helaba los espacios y las almas.
Mucho,
madre, sufrí con pecho fuerte,
mas
suavizaba el sufrimiento impío
la
esperanza de verte
un
tiempo no lejano al lado mío.
¡Ay del
mortal que ciego
confía
su ventura a la esperanza!...
La ley
universal cumplióse luego,
y vi en
el alma presta,
la mía
disiparse
cual
mira en lontananza
torcer
el rumbo en dirección opuesta
el
náufrago al bajel que vio acercarse.
Bien
recuerdo aquel día
que el
tiempo en mi memoria no ha borrado
era de
Marzo otra mañana fría
y los
cielos cerraban otro nublado.
Triste,
enfermo y sin calma,
en ti
pensaba yo cuando me dieron
la
noticia fatal que hirió mi alma,
lo que
sentí decirlo no sabría…
sólo sé
que mis lágrimas corrieron
como
corren ahora, madre mía.
Después
al mundo me lancé, agitado,
y
atravesé océanos y torrentes,
y
recorrí cien pueblos diferentes;
tenue
vapor del huracán llevado,
alga
sin rumbo que la mar flagela,
viento
que pasa, pájaro que vuela.
Mucho,
madre. He adquirido
mucha
experiencia y muchos desengaños,
y
también he perdido
toda la
fe de mis primeros años.
¡Feliz
quien como tú ya en esta vida
no
tiene que luchar contra la suerte
y puede
reposar en la seguida,
inalterable
calma de la muerte;
sin ver
ni padecer el mal eterno
que nos
hiere doquier con saña cruda,
ni
llevar en el pecho el frío interno
de la
indomable duda!.
¡Feliz
quien como tú, con altiveza
reclinó
para siempre la cabeza
sobre
los lauros del deber cumplido,
cual la
reclina, por la muerte herido,
tras el
combate rudo
risueño,
el gladiador sobre su escudo!.
Esa,
madre, es tu gloria
y la
alta recompensa de tu historia,
que el
premio solo del deber sagrado
que
impone el cristianismo
está en
el hecho mismo
de
haberlo practicado.
Madre,
voy a partir: mas parto en clama
y sin
decirte adiós, que eternamente
me
habrás de acompañar en esta vida;
tú has
muerto para el mundo indiferente,
mas
nunca morirás, madre del alma,
para el
hijo infeliz que no te olvida.
Y fuera
el paso muevo,
y desde
su alto y celestial palacio,
su
brillo siempre nuevo
derrama
el sol cerúleo espacio…
Ya
lejos de los tumultos me encuentro,
ya me
retiro solitario y triste;
mas
¡ay! ¿a dónde voy? si ya no existe
de
hogar y madre el venturoso centro? …
¿a
dónde ---¡a la corriente de la vida,
a
luchar con las ondas brazo a brazo,
hasta
caer en su mortal regazo
con
alma en paz y con la frente erguida!.
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(Caracas, 1846 - La
Guaira, 1892) Poeta venezolano considerado el mejor exponente del Romanticismo
en su país. Tardíamente llegó el Romanticismo poético a Venezuela de la mano de
Juan Antonio Pérez Bonalde, pero no hubiese podido escoger mejor guía que este
poeta. Su vida estuvo marcada por la pobreza y el exilio, las penurias y los
trabajos ingratos y la pérdida de seres queridos, pero nada de ello le impidió
atesorar una cultura literaria sin parangón en la Venezuela de su época. Como
los grandes románticos europeos, fue adicto al opio y a los viajes, reales e
imaginarios. Tuvo la suerte de llegar tarde al Romanticismo, gracias a lo cual
pudo ahorrarse los aspectos más declamatorios y altisonantes de este
movimiento, y la desgracia de morir antes de ver confirmado el carácter
anunciador y precursor de su poesía en la de los venezolanos que le sucedieron.
Se ha dicho de él que, después de Andrés Bello, fue, en el siglo XIX, el poeta
más alto y cosmopolita de la historia del país.
Juan Antonio Pérez
Bonalde
Pérez Bonalde era el
noveno hijo de una familia de escasos recursos. Tanto su educación como su
afición a la lectura se fraguaron en aquel hogar modesto. A los doce años sabía
alemán y leía a los poetas románticos. Sus padres, Juan Antonio Pérez y
Gregoria Bonalde, tuvieron que emigrar en 1863, cuando Venezuela se hallaba
sumida en el caos de la Guerra Federal (1859-1863), la más larga contienda
civil desde las guerras de Independencia. Durante los cinco años que duraron
las exacciones de caudillos y montoneras y las epidemias de malaria y
disentería que las acompañaban, perecieron en Venezuela (de cerca del millón
ochocientos mil habitantes que contaba entonces el país) entre 150.000 y
200.000 venezolanos, es decir, del ocho al once por ciento de la población del
país.
El joven Pérez Bonalde
tenía quince años cuando conoció su primer exilio. Su padre era un liberal, y
se le conminó a escoger entre el destierro o una muerte casi segura. Sin
recursos, en la mayor pobreza, la numerosa familia fue a parar primero a Puerto
Rico y después a Santo Tomás. Juan Antonio ayudaba a su familia dando clases de
piano y haciendo de maestro de escuela. En 1864 regresó a Venezuela y colaboró
con publicaciones liberales.
En 1870 se incorporó a
una Sociedad Patriótica que asumió posturas críticas ante el nuevo gobierno
autoritario del general Antonio Guzmán Blanco. Pérez Bonalde era ya conocido
como poeta entre sus amigos, quienes lo incitaron a escribir una sátira contra
el presidente. Esto bastó para que las autoridades lo expulsaran del país. Para
hacerse una idea del clima imperante bajo el gobierno del "Americano
Ilustrado", baste una conocida anécdota. En 1873, en un certamen literario
cuyo tema impuesto era la exaltación de un genio de la ciencia, resultó
vencedor el autor de un poema en el que se cantaban loas a Copérnico y que
llevaba por título El poder de la idea. Pero como el desafortunado ganador
había omitido mencionar en su panegírico al presidente de la República, éste
ordenó que no se le hiciera efectivo el premio. "Que le cobre a
Copérnico", fue su comentario, para que el poeta tuviera "una idea
del poder".
Pérez Bonalde se
estableció en Nueva York, donde trabajó para Lanman y Kemp-Barclay, una fábrica
de perfumes. De 1870 a 1888 viajó incansablemente como agente comercial por
diversos países de Hispanoamérica, Europa, Asia y Medio Oriente.
Extraordinariamente dotado para el aprendizaje de lenguas, "hablaba con
impresionante perfección el inglés, el alemán, el francés, el italiano y el
portugués. Hasta el danés y el chino parece que llegó a entenderlos",
según apunta Arturo Uslar Pietri. Pérez Bonalde fue el primer escritor
venezolano verdaderamente cosmopolita, mezcla de Chateaubriand y de Heine del
Caribe. En 1877 publicó su libro de poemas Estrofas, que incluye su más célebre
composición, Vuelta a la patria, sin duda el poema lírico venezolano más
importante del siglo XIX. Y fue en Ritmos donde, en 1880, recogió Poema del
Niágara, un canto a la naturaleza en la mejor tradición romántica.
En 1883 vivió su más
honda tragedia personal con la muerte de su única hija, Flor, suceso que le
inspiró otra de sus notables composiciones y la decisión de no volver a
publicar su poesía. De regreso al país en 1889, tras la muerte de su madre,
recibió el homenaje del mundo intelectual. Una muerte súbita lo sorprendió
antes de que pudiera encargarse de una misión diplomática que le había sido
encomendada. Su salud se había resentido gravemente tras años de privaciones,
tragedias familiares y vida trashumante.
Conviene destacar su
obra como traductor, al menos tan importante como su producción poética. Además
de sonetos de Shakespeare, son especialmente notables sus versiones de El
cancionero de Heinrich Heine (1885) y del poema El cuervo, de Edgar Allan Poe (1887),
la primera en lengua castellana. Del prólogo que escribió a su traducción de
Heine opinaba Menéndez Pelayo que es "el monumento más insigne que hasta
ahora han dedicado las letras castellanas al último gran poeta que hemos
alcanzado en nuestro siglo", y, de la versión misma, que representaba
"uno de los libros de poesía castellana que más instinto poético
demuestra, aun siendo trasladado de pensamientos ajenos". Entre los
venezolanos, Jacinto Fombona Pachano veía en las traducciones de Pérez Bonalde
más instinto innovador y audacia que en su propia poesía: "Fuera de un
Gustavo Adolfo Bécquer, no recordamos otro alguno de los románticos que hubiese
comprendido mejor, por ejemplo, el aliento extraño y renovador de la poesía
nórdica".
No es exagerado considerar
a Juan Antonio Pérez Bonalde como el más grande de los románticos venezolanos y
el precursor de la moderna poesía venezolana. Su búsqueda y frecuente hallazgo
de la precisión verbal permite descubrir en Pérez Bonalde a un poeta auténtico.
Ésta es, precisamente, su más alta lección: decir más con menos en un tiempo
donde abundaban el floripondio y la vaguedad retórica. Su obra poética, no muy
extensa, lleva la impronta del romanticismo melancólico: nostalgia de lo
perdido, culto a los muertos, crepuscularismo. Es un excelente lírico romántico
de evocaciones nostálgicas, cuyos ecos lo acercan más al posromanticismo que al
modernismo. Y su poesía influyó poderosamente en la lírica venezolana. Sus
poemas más recordados son la elegía Flor (dedicada a su hija Flor, que murió
siendo muy niña), Primavera, Poema del Niágara y Vuelta a la patria.
Expresión del dolor del
desterrado que regresa a su país, donde le espera, desgraciadamente, la tumba
de la madre muerta, Vuelta a la patria (1875) es a la vez un composición sobre
el amor patrio y el amor filial, nutridos y fortalecidos en la ausencia. El
poema fue escrito en el mar, mientras el barco que transportaba a Pérez Bonalde
navegaba no hacia La Guaira, como podrían hacérnoslo creer algunas de sus
referencias, sino hacia Puerto Cabello, donde lo acogieron parientes y amigos,
ante los cuales leyó su composición. La pervivencia de este poema debe
atribuirse a su calidad emotiva, a la sinceridad y a la profundidad del
sentimiento expresado, al contenido tan humano que encierra, así como al don
lírico y a la plasticidad de una expresión densa y matizada, cuyo ritmo externo
se amolda maravillosamente al de la emoción.
Fuente: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/p/perez_bonalde.htm
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