Mi
vida, Ligia Sorrentino, ahora mi esposa amada, una vez mas en nuestra historia
los emblemáticos sonidos, sonidos remontando el espacio y el tiempo, sonidos
presentes que marcaron nuestro rumbo, como aquel de, él mirar hacia arriba y
abrir los ojos para disfrutar de las cosas buenas que tiene la vida, de un
pedacito de cielo, con tu peinecito peinándote y el agua aún en el cuerpo, que
junto a la luna y el viento, fueron despertando mis celos, donde
tú, mi Gitana, me embelesaste con tu pelo, tú cara y tu cuerpo, para dejarme
loco enamorado, haciéndome palpitar el pecho y sudar mis manos, para hablarte
sin hablarte, mirarte sin mirarte, sin sentirte sintiendo que sin quererte te
quiero, para fluir contigo en notas del misterio, en el balcón en qué posaste
como un ángel, para sin saberlo, sentir el regocijo de celebrar el encuentro de
dos almas, que estando extraviadas buscábanse ansiosas a través del Universo, y
que juntas por siempre quedarían conectadas en “una llamada para decirte que te
quiero”, como un acorde más de los tantos presentes en lo nuestro, con que nos
trajo aquí el amor eterno, saliendo siempre ilesos, superando borrascas de la mente
presa de los Egos, tormentas, abismos y desiertos, intrigas fundadas en
prejuicios y valores de este mundo inhumano, ocupando estos cuerpos, pero que
no lograron hacer naufragar nuestros designios, gracias a este amor genuino y
puro, con que hoy fortalecidos, venimos a consagrar en el altar el ser felices
que merecemos, recibiéndote de manos de nuestro fruto, con la bendición de los
cielos, al son de un Ave María simbolizando el corolario de esta historia que
seguirá existiendo, después de abandonar este mundo, y sigamos amándonos
eternos, entregándonos el alma en un beso.
Mario Martin
28.08.2015
Dedicado
a mi esposa en el día de nuestra boda
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