Entre
aromas de pino ardiente y toques de campanario, la selva en su negrura brinda la luna con su miel de durazno, alumbrando los postigos del consagrado
espacio, construido en madera pura con exquisito gusto dominando las alturas, para brindarnos
el mágico lecho de acolchadas telas y acobijar nuestros cuerpos en tan sublime
acto, entregados por entero en preludio de ternura, recorriéndonos a besos,
endulzando nuestros labios, consumando ansiadas promesas que aguardaron treinta
años, resumidos en una noche, en el mismo espacio, por la magia del amor que por designio nos profesamos,
tocando las estrellas tras el corsé desatando, bebiéndonos el cielo en pieles
cabalgando fundidos como uno, gritando al infinito con el gozo de amarnos, quebrantando
los silencios de la selva negra, bajo luna con miel de durazno.
Mario
Martin
13.09.2015
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