Cuentan que a Salomón llevaron a una hermosa dama,
que pedía con llanto desconsolado la justicia le amparara, contra un hombre que
llevaban acusado de "manosearla" y haber su dinero robado ¡Ella fue quien me
sedujo! el hombre gritaba, ¡Ese dinero es mío y fue ella quien me robó! Salomón
viendo el asunto sin preámbulos ordenó: ¡Dejen libre a la dama y regrésenle su
dinero! ¡Y al ladrón, me lo encierran en la Cana! La mujer se fue muy contenta
y el hombre preso quedó, pero a los pocos minutos, Salomón dijo: ¡Fue un error!
y lo soltó, al hombre reclamar su dinero,
Salomón le ripostó ¡¿Tú dinero? ¡Anda y lo quitas a la dama, que se lo llevo!
El hombre salió corriendo y tras corto trecho la alcanzó, la dama como gata con
todas sus fuerzas se defendió, arañazos, golpes, mordiscos y hasta patadas le
dio, no dejando ni que la tocara, mientras al dinero protegió. La trifulca fue
tan grande que de vuelta al despacho la policía los llevó, donde Salomón ahora
sentenció: ¡Ha quedado comprobado que la dama aquí presente en todo momento
mintió, cuando ha podido proteger su honra como al dinero cuidó, así que suelten
al hombre, devuélvanle su dinero, a la dama me la encierran por ladrona y por
qué sin escrúpulos, no le importó, perdiera su libertad el hombre, encima de
qué lo robo! Quedando demostrado que la mujer cuando no quiere no abre su
bolso, y lo defiende con tesón.
MARIO MARTIN
01.11.2014 Reeditado 16.10.15
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